
(Nicaragüense residente en Montreal, Canadá)
- Hora de Vésperas
- Pavana para una ciudad que duerme
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1. Hora de Vésperas
"y nuestra certeza de que una piedra es siempre una memoria olvidada" - C. Fuentes
La hora de recurrir a la piedra ha llegado.
Necesario es la erección de dólmenes y menhires.
Nuestra civilización alcanzó los niveles del megalítico,
y antes que desaparezca, perennizarla es urgente.
No serán las ciudades construidas con acero y vidrio
las que sobrevivan a la lluvia ácida.
No serán las ciudades de este mundo nuestro,
de esta triste edad,
de toda esta depravada historia.
No serán las megápolis,
gigantes con los pies de barro, demasiado mujeriles,
agotadas por sus comodidades y sus vicios,
con sus pequeñas miserias y enormes injusticias,
que causan vómito y dan asco.
Será la piedra como siempre.
Como en Uxmal, como en Copán, como en Mitla,
como en Baalbek, como en Machupichu,
como en Giseh, como en Tenoch ...
Tallemos entonces nuestras propias lápidas,
y depositémoslas
sobre la suave tierra que aún el musgo cubre;
seamos breves con los Requiescat in pace,
que poco tiempo queda.
Actuemos aprisa, antes que la niebla del olvido
nos envuelva.
Tal vez mañana, cuando después de sentar dominio
en mundos muy lejanos, la humana especie vuelva
a su planeta original,
sabrá que sus ancestros fueron previsores,
al grabar, en monumentos funerarios sobre el granito,
los anales de los fugaces días vividos
en nuestra madre tierra moribunda ...
Sergio Espinosa G.
de "Con ESE de Silencios"
Esa ciudad
distendida, que perdió su entraña urbana,
desarrollada luego a medias,
y sin ton ni son, bajo los auspicios
de la dolosa especulación
de los terratenientes sin alma,
-ávidos de dinero fácil-.
Esa ciudad
que vio sus calles
convertidas en chiqueros,
testigo impotente de su comercio
muchas veces arrasado,
que contempló llorando sus carnes laceradas,
... que esperó en vano renacer
de sus cenizas ...
Esa ciudad
Objeto de la desmedida codicia
de tanto aventurero
Esa ciudad
que gozamos en la niñez lejana,
viéndola adormecida en los regazos de su lago,
placiendo eterna siesta,
envuelta en el vaho adormecente
de un sol que cae a plomo.
Esa ciudad
La vi, hace muy poco
habitada por tangibles fantasmas,
habitada por muertos, que como peleles
marchaban automatizados
con la mirada perdida en el vacío,
congregados en masa por los llamados
demenciales de un líder inmoral.
Esa ciudad
mal hablada, anárquica, irrespetuosa,
que por extraña vocación copió
siempre sólo lo malo llegado
de ajenas culturas decadentes...
Esa ciudad
que fijada en el recuerdo
vi tantas veces con la mayor población
de perros callejeros; hambrientos
y babeantes, incursionando desesperados
los abatidos tachos de basura.
Colmados los tejados de sus casas
de gatos sin leyes y sin dueño,
que en noches de caluroso plenilunio
proclamaban a la rosa de los vientos
su escandalosa lascivia
desvelando a todo el vecindario ...
Esa ciudad
que guarda su basurero municipal
como depósito de supervivencia
donde los menesterosos se pelean a muerte
con bandadas de auras,
disputando la basofia, a picotazos,
manotadas, patadas y revolear de garras
y de plumas.
En medio de un maremagnum
de objetos abandonados,
-que parecieran inservibles-,
un enjambre de especímenes
de la indecencia humana, rastrean con afán,
como si buscasen un tesoro,
no importa cualquier cosa que,
en su mundo miserable, le encuentran uso
para procurarse algún sustento ...
Esa ciudad
todavía me invita a la esperanza
de verla renacer muy pronto ...